Isaías 45:22. -Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.

El Señor lo escuchó

Está orando.
Hechos 9:11

Charles Spurgeon

En el cielo se reciben las oraciones al instante. En el momento en que Saulo (pronto a convertirse en Pablo) comenzó a orar, el Señor lo escuchó. Esto debe servir de consuelo para el alma que ora, aun en medio de su dolor. Un alma pobre y quebrantada con frecuencia inclina sus rodillas en oración pero solo puede expresar su desconsuelo a traés de lágrimas y suspiros. Sin embargo, ese lamento hizo que todas las arpas del cielo comenzaran a tocar una canción y Dios reunió todas esas lágrimas que caian y las atesoró en la botella celestial para las lágrimas. ¨Pon mis lágrimas en tu redoma¨ (Salmo 56:8) indica que las lágrimas se recogen apenas caen.El Altísimo comprenderá bien al peticionario cuyos temores hacen que sus palabras no puedan brotar. Quizás solo atine a elevar sus ojos humedecidos al cielo, pero ¨ la oracion es una lágrima que cae¨(Joseph Parker 1830-1902) Las lágrimas son diamantes del cielo, los suspiros son parte de la música de la corte real de Jehová y ambos se cuentan con ¨los tonos más sublimes que alcanzan a su Majestad en lo alto¨James Montgomery 1771-1854).
Jamás pienses que tus oraciones, aunque débiles y vacilantes, no se toman en cuenta. La escalinata de Jacob será alta, pero nuestras oraciones descansan en el Angel del pacto por lo que ascienden a las alturas de las huestes estrelladas (ver Génesis 28:12). Nuestro Dios no solo escucha nuestras oraciones sino que además le encanta escucharlas. ¨No pasa por alto el clamor de los afligidos¨(Salmo 9:12) Sí, es cierto que él hace caso omiso de actitudes orgullosas y palabras altivas, él no se asombra por la pompa y el esplendor de los reyes, no presta atención al estruendo de la música de guerra ni tampoco se deja impresionar por el triunfo y el orgullo de la humanidad.
Sin embargo, dondequiera que haya un corazón cargado de tristeza o unos labios temblando en agonía, o profundos gemidos o suspiros de arrepentimiento, ahí  mismo está abierto el corazón del Jehová. Ël registra a cada uno en su memoria, colocando nuestras oraciones como si fueran pétalos de rosa entre las páginas de su libro de los recuerdos. Y cuando finalmente se abra ese libro, brotará de él una preciosa fragancia. 

La fe no necesita una señal del cielo
para mostrar que las oraciones aceptadas se elevan.
Nuestro Sacerdote está en su lugar santo
y responde desde el trono de la gracia.
Josiah Conder,1789-1859