He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mi están siempre tus muros.
Isaías 49:16
Charles Spurgeon
¡Oh, incredulidad, qué extraño fenómeno eres! ¿ Qué nos resulta más increíble, la fidelidad de Dios o la incredulidad de su pueblo? Él cumple mil veces su promesa para nosotros y, sin embargo, a la siguiente prueba volvemos a dudar de Él.
El Señor nunca falla, porque él no es un pozo seco, un sol del ocaso, un meteoro que pasa, ni un vapor que se esfuma. No obstante, a pesar de esto, la ansiedad nos atribula continuamente, las sospechas nos obsesionan y los temores nos perturban como si nuestro Dios fuera un mero espejismo en el desierto.
¨He aquí¨, en este contexto, es una palabra que intenta provocar admiración. En este caso en especial tenemos una razón para asombrarnos y maravillarnos. Efectivamente, el cielo y la tierra debieran estar admirados de que un pueblo tan rebelde esté tan cercano al corazón del Amor infinito que estén escritos en las palmas de sus manos. Fíjate que el Señor dice: ¨Te tengo esculpida¨ y no ¨tengo esculpido tu nombre¨.
Así es, tu nombre está ahi, pero eso no es todo. ¨Te tengo esculpida¨
¡Presta atención a todo lo que esto implica! ¨ Te tengo esculpida a ti, a tu persona, tu imagen, tu situación, tus circunstancias, tus pecados, tus tentaciones, tus debilidades, tus deseos, tus obras; te tengo esculpida a ti, todo sobre ti y todo lo concerniente a ti en las palmas de mis manos¨
A la luz de esto, ¿volverías a afirmar que tu Dios te ha abandonado cuando en realidad te ha esculpido en las palmas de sus manos?